Max Sunyer

De jovencito, Max Sunyer era parte de la banda que acompañaba a Tony Ronald. No estaba en Berklee ni de gira con Zawinul. Y sin embargo, si hubiera que buscarle padre a la guitarra de jazz-rock en España, ahí aparecerían él y sus espermatozoides.

Porque lo que hizo después Max fue fundar Iceberg y arrancar con una música bastante insólita para el lugar y la época, con un país saliendo del blanco y negro y tal. Luego vendrían Pegasus, un trío estable, colaboraciones varias y un puñado de discos en solitario que irían redondeando varias décadas de prominente, señera y refulgente trayectoria.

La música de MS, por meternos en el ajo, no podría haber sido hecha al pie del Jungfrau ni entre las murallas de Ávila. Es más bien una cosa ventilada por la brisa mediterránea, un algo que te lleva a la arena a mirar cómo amanece.

Porque donde él vive, el sol sale por el mar.

Ficcións es un ejemplo de eso mismo, lleno como está de piezas que oír varias veces, como Laiala, Laiala, Dolços instants y algunas movidas atmosféricas que también le hacen al hacha catalán. Hablamos de un tipo que seguramente habría destacado igual con un piano o un saxo, porque lleva el instinto musical de serie y la composición se le da y se le presta. Si dudáis, ponedle orejas a una pieza del Silencis titulada Quimera, a guitarra sola, y luego a Rumbeta, y luego a Dona de besllum.

Sunyer se dedicó a las seis cuerdas y nos alegramos, aunque improvisando se vaya un poco por lo verborreico y hasta, salvando distancias estilísticas y filosóficas, pueda hacer pensar en el Zappa que buscaba y rebuscaba las notas buenas. Al fin, Max suena o bien melancólico o bien festivo, pero no suena en la oscuridad de las cosas ni de las almas. O quizá es que lo hace mediterraneando.

Habiéndolos más pulcros, más rápidos y hasta más sabios, pocos le tosen en personalidad; le pongas el nylon, el acero, los tríos, los vientos, la fusión eléctrica, los bluses o, incluso, las bulerías, al tío no es posible confundirlo.

Y, nos perdonaréis que lo digamos otra vez, ahí está el quid de la cuestión guitarrera. Max no ha copiado a Kenny Burrell ni a Ravel ni a Hendrix. O, siendo más exactos, los ha copiado a todos para poder, después, dedicarse a ser solamente él.

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