Brian May

Un tipo afortunado, Brian. Nació con talento musical y un padre manitas que le ayudó a construir una guitarra; también, al parecer, con un caletre científico que, tras decenios de interrupción rockera, le hizo doctor en astrofísica. Y por lo que nos toca ahora, en algún punto entre el taller paterno y el doctorado fardón, el azar le volvió a dar mimos y le puso delante a Freddie Mercury preguntando por favor si podía cantar.

BM se hizo, pues, rico y famoso, y pudo exhibir sus dotes creativas de la mano del estratosférico y melodramático Freddie. Ambos se fueron cocinando una mixtura imposible de géneros y músicas que, cosas de los talentosos, sonaba con rarísima naturalidad. Y así fue que pillaron sitio en la historia del rock.

Para figurar en esa historia en letras capitulares les habría, seguramente, bastado con los dos discos que tomaron prestado título a los Marx: A day at the races y A night at the opera. Hicieron más, y la fama loca y, quizá, los dineros en riadas, les llegaron con cosas de menor altura. Ya sabemos que pasa siempre.

Nuestro guitarrista tiene hoy el respeto de los profesionales, honores británicos en las paredes, y todo su pelo intacto en cascada de caracolillos. Más suerte para Brian. Pero nos interesa el respeto y su porqué, que no es, en este caso, el dinosaurismo ni la nostalgia carrozona hacia la música lejana. Queen y toda su teatralidad no han envejecido, y eso no era de esperar. La edad no roza tampoco las guitarras de May, esas continuas erupciones extraídas con penique, púa o raspa de arenque.

En los discos de la Reina se encuentra casi de todo, y a todo tuvo que responder nuestro hombre con su icónico hacha hasta que, parafraseando a Metheny, alcanzó el corazón de aquella música. Su inevitabilidad. Los solos sobre You and I o Somebody to love, la introducción de 39’, no podrían tener otras notas que las que él oyó, antes que todos nosotros.

No peroramos tampoco aquí desde la melancolía sonora, pues ciertos momentos guitarrísticos que nos deslumbraron treinta años ha, ya no nos deslumbran; empezando por lo de Martin Barre en Aqualung. Brian May, sí. Ya sabemos que hablar del gusto superlativo de un músico es un lugar común, pero cuando toca decirlo pues se dice, porque estamos agradecidos.

brian may

3 comentarios en “Brian May

  1. De Brian May no tengo dudas de que es un guitarrista aceptable y «A night at the opera» me marcó cuando lo escuché por primera vez hace tropecientos años en cassette,pero siempre me pareció un HORTERA Y UNA MARICONA ,ya que el verdadera rockero siempre fue Freddie,era el que llevaba la batuta.Queda demostrado en el tremendo «Live Magic».La horterez de May queda reflejada en los arreglos que hizo para la canción «Made in heaven»,dedicada a Mercury,solo faltaba Elton John y Sting para que la canción fuese más y más hortera.

  2. Jaja, eres injusto con Brian, Peteiro. Cierto que después del gran Freddie hizo engendros que no se tragan ni con sifón; y lo que es peor: una vez colaboró con Ramoncín. Pero a las estrellas del rock hay que dejar de hacerles caso una vez cumplen una edad, excepción hecha de Rosendo Mercado.

Haz un comentario...